Transformar la mente para la auténtica felicidad
No se trata de esperar a que el mundo se transforme para que vivamos mejor, sino de transformar nuestra mente para mejorar y tener bienestar, y con ello a la vez contribuir a transformar el mundo para beneficio de todos.
El libro se basa en un curso de tres días sobre las enseñanzas de los “Ocho versos para la transformación de la mente”, que es un texto tibetano clásico del género lo-jong, que significa transformar la mente, escrito por Langri Thangpa en el siglo XI.
Explica que la meditación es una disciplina espiritual para alcanzar cierto grado de control sobre pensamientos y emociones. Distingue entre la meditación shamata, concentración o meditación unifocal, bastante extendida en diferentes tradiciones y la meditación analítica, vipassana o entendimiento profundo, más propia del budismo y donde se aplica el razonamiento.
A continuación aborda el complejo tema de la consciencia, y específicamente de la continuidad de la consciencia. Explica que el yo de la persona solo se comprende según sus componentes o agregados, pero que carece de naturaleza sustancial permanente. Lo que hay es una sucesión de momentos de consciencia, sin principio ni fin.
Para la transformación hay que entender los cuatro sellos de la existencia. Todos los seres humanos deseamos ser felices, pero al final siempre surge el sufrimiento. Éste surge porque funcionamos con creencias falsas, que no se corresponden con las características o sellos de la existencia: todos los fenómenos y objetos son transitorios; todos los fenómenos contaminados al derivar de impulsos negativos son insatisfactorios; todos los fenómenos carecen de existencia independiente y autónoma; el Nirvana es la paz verdadera.
Para erradicar el sufrimiento la clave es transformar la mente y el corazón: entender la verdadera naturaleza de la realidad y cambiar la forma de pensar natural basada en construcciones y tendencias negativas construidas sobre percepciones erróneas de la realidad.
Dentro del budismo y especialmente del gran vehículo del budismo de la tradición del sánscrito es clave la bodhicitta, que es la aspiración altruista de alcanzar el despertar o la iluminación para beneficio de todos los seres sintientes. Es altruista porque no se espera nada a cambio para uno mismo. Aludiendo a textos clásicos como el “Adorno de la Comprensión” de Maitreya, destaca dos aspectos del altruismo: por un lado la compasión que se debe desarrollar hacia todos los seres con el deseo de conseguir su bienestar, y por otro el deseo de alcanzar la iluminación para precisamente beneficiar a los seres. Esta aspiración y dedicación al final nos benefician a nosotros mismos.
Y según los grandes maestros del budismo es fundamental la intención altruista y la iluminación mediante el entendimiento de la vacuidad. Dice el maestro indio Chandrakirti, por ejemplo, que con ello podemos atravesar el espacio entero.
Así pues hay dos grandes aspiraciones: la de proporcionar bienestar a los otros, no solamente en los sufrimientos y dolores de la vida, sino ayudarles alcanzar la liberación plena, y la aspiración de alcanzar nuestra iluminación para precisamente ayudarles, que consiste en entender la naturaleza de las cosas, en comprender la vacuidad. Indica que en tibetano la palabra iluminación se compone de dos sílabas chang chub, etimológicamente la primera significa purificación o eliminación de los negatividades y la segunda se refiere a haber comprendido o entendido.
A continuación detalla las dos aspiraciones:
1. Primera aspiración es la compasión, la intención altruista de conseguir el bienestar de otros seres sintientes. El cultivo de la compasión ha de ser lo suficientemente intensa como para comprometerse y asumir la responsabilidad de lograr el bienestar de los demás, que en el budismo se denomina gran compasión o mahakaruna. Hay dos niveles, que son el nivel de deseo y el nivel de responsabilidad y compromiso de acción. Hay que precisar que cuando cultivamos la segunda aspiración, la de alcanzar la iluminación con la sabiduría, se refuerza la primera aspiración. La sabiduría y el entendimiento refuerzan la intensidad de la compasión.
La compasión es la capacidad de empatizar, de sentirnos próximos y conectados con los demás. Aquí Su Santidad destaca dos métodos o técnicas del budismo para cultivar el sentimiento de proximidad: uno es el método de causa y efecto de los siete puntos y el otro el de intercambiarse e igualarse con los demás.
El método de causa y efecto de los siete puntos. Consiste en cultivar la ecuanimidad hacia todos los seres sensibles. Normalmente sentimos proximidad y conexión con los seres más allegados – se puede decir que apego hacia ellos. Por contra ponemos distancia y frialdad con los que no lo son. Se hace preciso superar los sentimientos de parcialidad y discriminación hacia los seres menos próximos.
El método se basa en considerar a los demás tan queridos como nuestra madre o padre o nuestro mejores amigos. Dado que en algún momento en el pasado los otros seres han podido ser nuestra madre o nuestro padre o, si no se cree en la reencarnación, reconocer que volviendo generaciones y generaciones hacia atrás descendemos de alguna madre común.
El otro método es el de intercambiarse e igualarse con los demás, que se desarrolla extensamente en la Guía del estilo de vida del Bodhisattva de Shantideva. En este método se comienza también con cultivar la ecuanimidad. Ahora es el sentido de que igual que nosotros tenemos el deseo de ser felices y superar el sufrimiento, lo mismo le sucede a los demás. Todos ellos comparten la misma aspiración básica.
Sigue con la reflexión sobre las deficiencias y los daños de los pensamientos relacionados de egocentrismo. Ayuda el reconocer que nosotros y los demás estamos interrelacionados, somos interdependientes. Los pensamientos egoístas, basados en creernos independientes no producen beneficios duraderos. A la larga un comportamiento egoísta nos produce daño, incluso daño físico según se demuestra con estudios científicos.
Cuando vea seres de carácter desagradable, oprimidos por la negatividad y el sufrimiento intensos,
que pueda apreciarlos, ya que son difíciles de encontrar, ¡como si hubiera descubierto un tesoro de joyas!
– Verso 4 de Los ocho versos para la transformación de la mente
2. La otra gran aspiración es la de alcanzar la iluminación, precisamente también para beneficio de todos los seres y aquí destaca que el potencial de iluminación ya está en nuestro interior, y únicamente tenemos que acceder a él. Se dice que tenemos naturaleza búdica.
Aunque hay debate sobre lo que es la iluminación, indica que desde la perspectiva budista debe entenderse como la liberación del sufrimiento, mediante la sabiduría y la compasión. La sabiduría es la habilidad de conocer y superar los aspectos negativos de la mente, tanto de las aflicciones como de las propensiones o marcas, y sobre todo, la comprensión de la naturaleza profunda de la realidad. Se trata de entender que la naturaleza absoluta de la realidad es la vacuidad, pues todas las cosas están vacías de existencia independiente, y que nuestra mente opera con distorsiones y elaboraciones inclinadas a la negatividad que terminan produciendo sufrimiento.
Según las enseñanzas budistas, existen diferentes tipos de sufrimiento: sufrimiento por daño físico y psicológico, sufrimiento por cambio y el sufrimiento por el condicionamiento, por el resultado de lo que hacemos.
Según los cuatro nobles verdades, el cese del sufrimiento es mediante el camino de la iluminación, cuya etapa final es el entendimiento de la naturaleza fundamental de la realidad. Indica que ahí se puede llegar a partir de una orientación inicial mediante la experiencia y el razonamiento personal.
Una parte clave en el entendimiento de la naturaleza fundamental de la realidad es la idea del no yo. No existe yo eterno independiente. Y esto está en la base de todas las escuelas budistas. Casi todas afirman lo mismo para todos los fenómenos objetos de nuestra experiencia: no existen de forma independiente. A esta interdependencia esencial de los objetos o de los fenómenos se le llama principio de origen dependiente. En el fondo la naturaleza fundamental es la no dualidad de los objetos, y del sujeto y los objetos. Sujeto y objeto son aspectos del mismo fenómeno. El sujeto construye de forma convencional a partir de la su percepción los objetos y utiliza lenguaje los conceptos.
Explica que el desarrollo de la bodhicitta es el núcleo de las enseñanzas budistas y que se desarrolla adiestrando la mente. En el trabajo del desarrollo del bodhicitta, la persona aplica el principio altruista a todo los ámbitos de su vida, y para ello sigue los ideales del Boddhisatva o las seis perfecciones: generosidad, comportamiento moral, paciencia, entusiasmo, meditación o concentración y sabiduría. El budismo nos ayuda a desarrollar estas perfecciones. Y dentro de él, la corriente vajrayana aporta métodos más refinados para la concentración y la sabiduría; pero siempre la compasión está en todo el camino desde el principio en todas las corrientes budistas.
Después de la exposición inicial a modo de preparación sobre cómo entrenar la compasión y la sabiduría, inicia la exposición de la obra “Ocho versos para la transformación de la mente”. Los cuartetos de la obra transmiten la necesidad de practicar la humildad; de mantenernos vigilantes respecto a lo que ocurre en nuestra mente; de tener consideración con las personas marginadas, pues dice que en el fondo son un tesoro para impulsar la práctica espiritual; de ser no solo tolerantes con las personas difíciles sino incluso llegar a considerarlas maestras espirituales; de practicar el desapego del yo y la consideración de la otra persona mediante prácticas como el ton glen, también llamado la práctica de dar y tomar (dar felicidad y tomar sufrimiento); de dejar a un lado las preocupaciones mundanas (las emociones muy positivas ante el éxito o las negativas con el fracaso) y reconocer el carácter ilusorio del mundo.