Introduction to Tibetan Buddhism - Review
Libros - comentario

El budismo tibetano con sus senderos graduales y esotéricos

El texto se organiza en cuatro grandes partes: el origen y contexto indio en el que se origina el budismo tibetano, su historia y cultura, las doctrinas y prácticas budistas tibetanas y las escuelas que se han desarrollado desde su entrada. 

En los zonas de cultura tibetana el budismo penetra todos los facetas de la comunidad, ofreciendo un camino adaptado a las condiciones de cada uno. Buda dijo en los momentos próximos a la muerte, al ser preguntado por sus discípulos sobre cómo distinguir si una doctrina procedía de él, que cualquier enseñanza buena, que lleve a una mayor compasión, serenidad y paz puede ser adoptada por el Dharma, y considerarse palabra de Buda. A Buda se le llama el gran médico, porque prescribe el remedio que necesita cada uno. Pero a su vez pide que cada uno investigue por sí mismo y se haga médico y maestro de sí, para liberarse con su propio esfuerzo.

En la primera parte el autor explica el origen del budismo en la India con la vida de Buda Sakhyamuni y su despertar, y los elementos más importantes de su doctrina: además de las nociones ya existentes en la India de karma y reencarnación, las cuatro nobles verdades junto con el sendero, y el origen dependiente o naturaleza interdependiente  de todas las cosas o fenómenos, incluida la persona, el yo. Explica el papel fundamental de la meditación tanto en el budismo inicial de la India como el tibetano en sus dos facetas de concentración y meditación analítica.

Finalmente explica el origen del Mahayana o vehículo universal a principios de nuestra era y los elementos centrales de esta corriente, que son el enfásis en la liberación para beneficio de todos los seres, con la mente de iluminación o bodhicitta del bodhisattva (que se libera para beneficio de los otros seres) | y el concepto de sunyata o vacuidad, que expresa que todas las cosas carecen de naturaleza intrínseca independiente. Y por último aborda el sendero del bodhisattva a través del cultivo de las seis perfecciones o paramitas: generosidad, comportamiento ético, paciencia, energía, concentración y sabiduría, y los días niveles progresivos o bhumis del bodhisattva.

En la segunda parte de historia de Tibet, que es fundamentalmente una historia marcada por el budismo, empieza describiendo sus tres grandes provincias y las características muy especiales de su geografía, con altas elevaciones prácticamente deshabitadas en el norte con pequeños grupos de nómadas y valles en el sur que permiten cierto cultivo. Se presenta la historia de Tibet, con su correspondiente dosis de mitología, como el progresivo triunfo del budismo sobre fuerzas y demonios indígenas difíciles de doblegar y el desarrollo entrelazado de todas las facetas de la comunidad con el budismo. A diferencia de China, en la que cuando entró el budismo a principios de la era común, ya tenía una antigua y rica civilización, en el Tíbet el budismo trajo prácticamente la civilización y la cultura, incluyendo la escritura. Para ello se apoyó en la sabiduría budista procedente de la India. 

El sendero presenta muchas facetas y hay enseñanzas y prácticas para cada tipo de persona. No hay sendero que todos deben seguir y no hay prácticas que se prescriben. Más bien el Dharma tiene algo para cada uno y todos pueden beneficiarse de algún aspecto de él.

Explica las relaciones y tensiones con los dirigentes de China y con sus dinastías lideradas por mongoles y manchús, hasta llegar a la ocupación del Tibet en la década de los 50 del siglo pasado por parte de China y la salida del Dalai Lama y un número importante de tibetanos al exilio en la India y Nepal.

En la tercera parte de doctrinas y prácticas budistas tibetanos, el autor hace un profundo y detallado análisis de tantra y de las prácticas relacionadas con la muerte. Tantra designa los sistemas de prácticas y meditaciones derivadas de textos esotéricos que facilitan la transformación cognitiva mediante visualización, mantras, símbolos y rituales. Posibilitan una liberación más rápida, incluso en la vida actual. Al budismo tántrico también se le llama vehículo Vajra (término que puede ser producido como diamante o rayo), pues este símbolo representa lo más duro, puro e indestructible como es la sabiduría a que apunta el Buda. Estas prácticas complementan a la parte más intelectual, exotérica y extensa del sutra, que cubre las tres grandes partes del camino, que son la ética, la concentración y la sabiduría, y que se plasma en el Mahayana en entrenamiento en las seis perfecciones o paramitas, y los llamados cinco senderos y diez niveles. Se indica que solo se aborde el tantra una vez que se domine el sutra y con la debida iniciación y tutoría de un maestro cualificado. El tantra permite canalizar con sus técnicas las experiencias placenteras dentro la senda de actualización y despertar. 

Siguiendo la costumbre tibetana budista doxografica o clasificatoria, el texto presenta, después de los necesarios pasos de iniciación y preparación, las diferentes clases de tantra, desde el más centrado en actividades externas al de nivel más alto, centrado en yogas y prácticas más sutiles y energéticas, para alcanzar la no dualidad, que es pura luminosidad y vacuidad. 

Resalta el papel clave de la muerte en el budismo tibetano tanto en lo que respecta a la necesaria conciencia de la muerte para aprovechar cada momento, porque además cada momento representa un renacimiento para desarrollar nuestro potencial, como en cuanto a realizar prácticas para prepararse para el estado de bardo intermedio que es la transición después de la vida.

En la cuarta y última parte realiza una exposición de los diferentes escuelas del budismo tibetano empezando por la más antigua que es la Nyigma y siguiendo por las llamadas nuevas escuelas, que son la Kagyu, Sakya y Gelug, abordando también la ecléctica Rimé y la heterodoxa Bön, que es de orígenes chamánicos. La escuela Rimé sobresale entre todas por su enfoque universalista e integrador. 

Resalta que todas ellas comparten las enseñanzas centrales y el camino a seguir, con pequeñas diferencias. Por ejemplo, en cuanto a las prácticas y estados más elevados a alcanzar, la Nyingma  enseña lo que llama la gran perfección o dzogchen, la Kagyu el mahamudra, la Sakya el lamdré  o “sendero y fruto”. El estado último no es otro que la no dualidad. 

Las escuelas coinciden en que la clave es entrenamiento mental en compasión y sabiduría,  para cambiar la manera ordinaria en la que trabaja la mente, que es bajo la influencia de inclinaciones instintivas, emociones perturbadoras y prejuicios, que dan lugar a comportamientos negativos que se vuelven contra ella y producen sufrimiento. En la escuela Gelug destaca el papel central del gran maestro, pandita y yogui, Tsongkapa con su extensa obra que integra la gran variedad de enseñanzas y prácticas que recibió de los diferentes escuelas, destacando especialmente su gran obra La gran exposición de las etapas del camino o Lam Rim Chenmo, y el énfasis que se da en su escuela a la erudición escolástica y a la disciplina monástica.