Libro El cerebro de Buda
Libros - comentario

Psicología positiva a partir del pensamiento budista

Con los pensamientos podemos modificar de forma permanente el cerebro haciendo uso de la capacidad de neuro plasticidad de éste. Del pensamiento budista se extraen estrategias y técnicas que ayudan al desarrollo de la persona, principalmente en los valores universales de amor y sabiduría.

Los autores presentan los aportes del pensamiento budista a la llamada psicología positiva, que es la que trata de la mejora de las personas, más allá de la solución de los trastornos mentales, objeto de la psicología clásica. Por tanto, trata de cómo las personas pueden incrementar su felicidad. El libro está escrito por un neurólogo y un neuro psicólogo, que abordan la materia desde una perspectiva empírica y científica, si bien dejan el campo abierto a planos más sutiles. Tal como comentan, ponen en común los conocimientos de la psicología, neurología y prácticas contemplativas, y dentro de éstas específicamente el budismo, para extraer ideas útiles para las personas en la vida moderna. Las prácticas contemplativas forman parte de casi todas las corrientes religiosas y espirituales, e incluyen meditación, reflexión, rezos y mantras o contemplación abierta de lo trascendente, la naturaleza… Indican que es el budismo el que ha recibido más atención por parte de la ciencia, quizás porque concede menos importancia a la fe y más a la experiencia y a la razón.

El texto incluye cuatro partes: la primera dedicada a la capacidad humana de auto transformación del cerebro, y el resto a la felicidad, el amor y la sabiduría.

En la primera parte explica cómo los pensamientos y las experiencias dan forma a los circuitos del cerebro, que es lo que se denomina neuroplasticidad, o sea que con nuestros pensamientos habituales nos cambiamos de forma permanente de cara al futuro. Los autores tratan de la complicada cuestión de la relación entre mente o consciencia y el cerebro, materia con un desarrollo ingente dentro de la filosofía, psicología y ciencias de la mente. Dan plausibilidad a la hipótesis de la existencia de algo trascendente adicional o abarcador de la materia, o sea, de que la consciencia es más que el cerebro físico y no únicamente un producto de él. Y asumen relación e incluso identidad de la mente o consciencia con lo divino, el espíritu universal, la naturaleza búdica o el dios inmanente impersonal.

La mente utiliza el cerebro para transformarse, como afirma el psicólogo Dan Siegel. Así que si queremos que la mente nos libere del sufrimiento, podemos hacer que la mente modifique el cerebro para mejor. La idea es saber manejar las emociones y elucubraciones mentales perturbadoras y negativas, que son las que producen sufrimiento.

La receta de Buda se resume en practicar la virtud, la concentración serena y la sabiduría, esto es, llevar una vida que no dañe a otros ni a uno, beneficiando en lo posible, trabajar la habilidad de calmarse, siendo conscientes de lo que hacemos pensamos o hablamos, y cultivar la sabiduría. Ésta para los autores consiste principalmente en discernir entre lo que causa sufrimiento y lo que no. En realidad, la sabiduría comprende aspectos más profundos como entender la naturaleza de la realidad y de la persona.

Indican que cuando se inicia el camino del despertar lo que uno está haciendo es quitar aquellos aspectos de la mente que contaminan y producen sufrimiento, de forma que queda la naturaleza pura y radiante que siempre estuvo ahí. Esos aspectos surgen del instinto de supervivencia con el que nacemos y con el que se nos educa (son reacciones, emociones secundarias, rumiaciones sobre recuerdos o amenazas…). Aparecen como defensa o protección, pero cuando actúan fuera de control producen efectos negativos. Son emociones perturbadoras o klesas. Se trata de entrenar la mente y con ello modificar las conexiones neuronales poco a poco para mejor.

Los autores analizan las causas del sufrimiento, que son la avidez, la aversión y la ignorancia –  estrategias ciegas  de supervivencia. Esas tendencias naturales sin control llevan a sufrimiento. La avidez por ejemplo produce primero frustración si no se alcanza el objetivo, y luego saturación. Y la ignorancia hace que nos consideremos separados cuando en el fondo estamos interconectados, o que nos recreemos en pensamientos contaminantes alejados del presente. Las rumiaciones y emociones elaboradas, llamadas los segundos dardos por ser reacciones a los primeros dardos, los cuales son los estímulos que producen daño directo inevitable, provocan incluso más sufrimiento que los primeros.

La mayor parte de nuestro sufrimiento viene de los llamados segundos dardos

 

En la parte de felicidad incide en la importancia de ocupar nuestra mente con pensamientos y recuerdos beneficiosos y eliminar los dañinos, aunque ello sea contrario a la tendencia natural a la negatividad, que es mecanismo de defensa. En realidad más que eliminar lo dañino se trata de gestionarlo para que no produzca daño (mencionan técnicas de sustitución de pensamientos, pero existen otras como reevaluar, re enmarcar, aceptar conscientemente…). Resaltan la importancia de saber cómo calmarse utilizando técnicas sobre el sistema nervioso parasimpático, como respiración profunda abdominal, escaneo corporal, visualización, meditación, refugio.

En la parte del amor explican la conocida historia de los nativos americanos de los dos lobos: en mi corazón hay dos lobos uno de amor y otro de odio, mi estado mental depende de a cual alimento cada día.  Nacemos con circuitos de empatía que se crean por el carácter social del ser humano y por el apoyo que requiere durante su nacimiento e infancia. Es natural la tendencia a apreciar a los cercanos y a rechazar a los lejanos.  Recomienda la conciencia de este hecho y de aplicar técnicas para dejar en un reducido espacio al lobo del odio, y para encontrar lo común con otras personas fuera de nuestro círculo.

El texto resalta la importancia de la compasión con los demás, de preocuparse por el sufrimiento o bienestar de los demás y de uno mismo y la necesidad de mantener un equilibrio entre la compasión y la asertividad, o entre el amor y la sabiduría. Indican que mientras que la compasión es el deseo que otra persona no sufra, la bondad o benevolencia es el deseo de que sea feliz. Y que ello al final revierte en felicidad  para el que la practica. Señala diferentes estrategias y meditaciones para cultivar esta virtud, como crear la intención y reflexionar con frecuencia sobre ello, pensar las causas que han llevado a otra persona a comportarse de esa manera que nos molesta, no tomar esas molestias personalmente, tomar perspectiva. Resaltan sobre todo la importancia de extender el círculo de lo que consideramos nosotros, de forma que no se quede en los de mi familia mis amigos o mi país.

En la última parte, sobre la sabiduría, abordan los fundamentos de la atención plena, la concentración gozosa y el relajar el yo. Resaltan la importancia de mantener la concentración y el foco en el presente a través de diferentes técnicas que ayudan a centrarse y a volver al presente, siendo una de las más importantes la de la respiración consciente profunda o el observar sensaciones y pensamientos como nubes que pasan en el cielo.

Profundizar en el sentido de conexión con el mundo reduce el sentido del yo. Sentirse parte del todo, interconectado con todos los seres, es sabiduría

 

En el último capítulo, que trata sobre la conveniencia de relajar el yo, resaltan que el enfásis en el yo produce sufrimiento, puesto que da lugar a un sentido de separación y por ello a vulnerabilidad y por tanto sufrimiento. El yo consistente y permanente es una ilusión, una construcción mental. Sólo una parte de los procesos mentales necesitan el sentido del yo. Explican que paradójicamente cultivarse ayuda a la humildad y que sentirse amenazado o débil lleva a activar los circuitos del yo. Éste ayuda a las funciones de supervivencia y siempre estará ahí pero debemos conocerlo, superarlo, y ver a través de él. Cuidar el yo no deja de ser una balsa para cruzar el río del sufrimiento, pero que ha de dejarse una vez que se llega a la otra orilla. Cuando se afirma el yo y se toma las cosas personalmente o nos apegamos a lo que en fondo no es permanente, sufrimos. Profundizar en el sentido de conexión con el mundo reduce el sentido del yo. Sentirse parte del todo, interconectado con todas las cosas es sabiduría. 

Cada año aparecen nuevos libros de la intersección entre psicología, ciencias de la mente, desarrollo personal… y Budismo. Éste es uno de los clásicos.