cultivar la SABIDURÍA

Sabiduría y compasión 

En el camino budista hay dos grandes cualidades que una persona desarrolla: la compasión y la sabiduría. La compasión representa amor, benevolencia, amabilidad, tolerancia, solidaridad, altruismo, o sea, las cualidades del corazón o de tipo emocional. La sabiduría representa discernimiento, entendimiento profundo, raciocinio, auto examen, diligencia, autocontrol, o sea, las cualidades de la mente o de tipo intelectual y espiritual.

Tiene sentido un desarrollo equilibrado de compasión y sabiduría, pues mucha compasión y poca sabiduría da lugar a buenismo idiota y a dependencia. Y mucha sabiduría y poca compasión da lugar a frialdad y a alienación. Ninguno de los extremos es ideal para beneficio de uno y de los demás.

Estatua gigante de Buda Shakyamuni en Bután
Estatua gigante de Buda Shakyamuni en Bután

Cultivar la sabiduría o el discernimiento 

Sabiduría en su sentido más profundo es entender la naturaleza verdadera de la realidad y la forma con que la mente funciona. Es la «sabiduría mas allá de la sabiduría», la sabiduría trascendente.

La naturaleza auténtica de las cosas o de los fenómenos y de las personas es la de vacuidad de existencia independiente, o sea, la interdependencia radical, la no dualidad. La sabiduría trascendental corta de raíz el sufrimiento, tanto el cotidiano como el existencial. 

La sabiduría nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, a entender cómo opera nuestra mente y a entrenarla y transformarla para bien. Con ello podemos relacionarnos de la mejor manera con todas las partes del sistema nervioso de nuestro cuerpo físico: la instintiva o de supervivencia, la emocional y la racional. Ese modo de relación, de trabajo mental, es el que emplea el auto control (renuncia a lo más inmediato frente a lo más importante, a los valores), la ética, la serenidad y la perspectiva. Es la auto maestría.

Con la sabiduría y compasión se llega al nirvana, que es la liberación de las emociones y cogniciones negativas y, por tanto, del sufrimiento a través de la razón, y a veces acompañada también por la convicción o confianza. La fe y la devoción siempre ayudan.

Con la sabiduría uno ve las cosas tal como son, o sea, impermanentes, condicionadas y sin naturaleza intrínseca. Tanto las personas como las cosas, en general los fenómenos, carecen en el fondo de identidad intrínseca permanente e independiente, pues dependen de sus componentes, de condiciones y causas, y de la mente humana que las conceptualiza. Nuestra idea de yo y de las cosas son construcciones de la mente, aunque sirven para funcionar en la vida normal. Sin embargo, el apego ciego a la ilusión o apariencia de las cosas, considerándolas como independientes y permanentes, lleva al sufrimiento. 

Mediante el estudio y los distintos tipos de meditación  – concentración (samatha), meditación analítica y contemplativa (vipassana) – se llega a entender la naturaleza última de las cosas y a experimentarla. En algunas corrientes de sabiduría, como en la del budismo tibetano, para entendimiento de la naturaleza última se enfatiza, además de la concentración, la meditación analítica y las prácticas en el plano sutil. En otras corrientes se enfatiza más la experiencia contemplativa de la impermanencia y futilidad de los fenómenos.

Con la sabiduría uno llega al camino medio entre los dos extremos de, o bien considerar las cosas como permanentes (reificación) o bien en el fondo inexistentes y fútiles (nihilismo). En el camino medio se contemplan las dos realidades, la convencional y la absoluta o última. La realidad convencional sirve para la vida normal del día a día, y para avanzar en la senda del entendimiento de la realidad última. La sabiduría, el entender las dos realidades, y el reconocer la inter dependencia y no dualidad última de todo, lleva a la compasión o benevolencia universal.